No es nada nuevo decir que el trabajo policíaco es uno de los más estresantes y sus factores algo obvios, ya que pruebas empíricas sobran. Pero lo que últimamente se encuentra desgastada es la palabra stress, tan corriente que ya no sabemos a que hace ref
El stress es una respuesta no específica del cuerpo y la psiquis hacia cualquier demanda sobre él, pero solo llega a ser un problema si se prolonga en el tiempo, o si no es controlado adecuadamente.
Podemos decir que el estrés es bueno en la medida justa, ya que aumenta el rendimiento para realizar las actividades diarias, y la energía suficiente para lograrlo. Ante cualquier situación que requiera una adaptación el organismo se alarma para poder ejecutar una respuesta adecuada y obtener nuevamente el control. Obtenido este nos relajamos y volvemos al estado de reposo. Si por el contrario la situación continúa ponemos en marcha mayor gasto de energía para lograr el comportamiento necesario.
Si las condiciones persisten se agotan los recursos orgánicos y emocionales. A esto hace referencia el stress patológico llamado DIESTRES, cuyo resultado es desadaptativo, ya que resulta imposible vivir en un estado de tensión continua, la cual genera tensión y bloquean al individuo.
El stress no requiere de un episodio particular traumático. Basta con sucesivas incitaciones de menor carácter que provocan ese estado de alerta continua.
Ahora bien, el policía no solo sufre de los cambios sociales y políticos propios de cada época que nos afectan a todos, sino que se le suma, como organización pública, una complejidad de funciones y atribuciones asignadas normativamente. La primer función del policía es la acción preventiva- represiva concreta, el control, la aprehensión, pero a su vez se les exige que sean respetuosos, atentos, autocontrolados, incluso aunque sean fuertemente provocados por diferentes sujetos.
Provocaciones que no faltan a cada instante ya que trabajan con personas segregadas socialmente, con los peores ejemplos del actuación humana.
Por su naturaleza misma la policía es el referente fáctico y necesario del límite y por eso son desacreditados desafiantemente por ciertas “bandas”, las cuales se diluyen ante este enemigo común.
Así la muerte los acecha permanentemente y no existe ninguna garantía de futuro. El miedo moviliza a estos guardianes del orden, miedos suscitados por otros hombres, ya que la multiplicidad de personas con las que se relacionan constituyen para ellos impredecible variedad de riesgos, como así también el miedo de sus propias pasiones.
Si bien existen las diferencias interpersonales entre un policía y otro, hay situaciones comunes que provocan un desmoronamiento del individuo: el miedo a ser dañado, amenazado o puesto a prueba; las herramientas de trabajo, que si bien pueden dar la sensación de poder, genera otros tipos de riesgo; la desvalorización social con respecto a la figura del policía; que la recompensa por su labor solo sea la satisfacción personal; las jornadas extensas de labor que debilita los lazos afectivos, etc. Son situaciones clichés dentro de la organización policíaca.
Si bien hay excesivos signos indicadores del stress como: depresión, insatisfacción ante la vida, bajo rendimiento, afecciones psicosomáticas; las salidas que se otorgan son objetos de consumo como psicofármacos, analgésicos, o soluciones superficiales como por ejemplo hacer más deporte. Esto deja sin preguntarse ¿Que situaciones esta produciendo ese dolor, ese sufrimiento? ¿Qué se esta expresando por medio de ese dolor? ¿Cuál es el mensaje del cuerpo? En el caso del policía ¿Cómo puede tolerar estas situaciones durante años?
Por diferentes mecanismos defensivos como la represión, negación, racionalización de lo sucedido, se hacen intentos de ocultar las emociones y el sufrimiento. Pero esto solo acarrea más consecuencias negativas.
Ante esto se vuelve obvia la necesidad de preparación psíquica adecuada, pero mas obvia la necesidad de un espacio donde a través de la escucha y reflexión, del espacio a la palabra, del intento de historización, se puedan desnaturalizar ciertas situaciones que el policía vive como obvias, como sin sentido. Ayudar a descubrir el sentido y efecto particular de lo que se padece. Padecimiento no siempre bien atendido.
Si este padecimiento particular además de ser detectado es evaluado para ser asistido, podremos registrar la diversidad, diversidad que supone un reconocimiento de esa diferenciación por parte de la institución policial.
Hoy este policía necesita ayuda, le pasan cosas, que puede compartir con el grupo o no, esto significa pensar en términos de convivencia y respeto; esto requiere tiempo y de ninguna manera es tiempo perdido.
Propiciar un espacio donde las diferentes problemáticas emerjan como problemas, haciéndolos responsables y tratando de vislumbrar particularidades, dentro de un espacio que ofrece la escucha a la palabra obturada, que es dilema sin problematizar, pero sin la mirada inquisidora, generalizada que se tiene del vivir. Eso ofrece el espacio de psicología.
Un espacio que permite implicarse en la labor, para poder analizar los actos, resignificarlos, y no caer en la repetición. Trabajar caso por caso escuchando las particularidades. Es un proyecto de cambio y progreso del individuo.
Creo necesario reflexionar acerca de las realidades y de los imaginarios del policía, en el marco de una sociedad fragilizada.
Lorena Alegre
Psicóloga del Circulo de Oficiales de Policía-Asociación Mutual.